Al mismo tiempo, Alejandro González

RESEÑA de "Visceral" de María Fernanda Ampuero


Podría pensarse que todo libro esconde una verdad.

O varias, incluso. Y que por lo general, se encuentran disimuladas con cierta habilidad, con metáforas y alusiones de todo tipo, con diálogos ficticios y circunloquios varios. Pero existen también, por suerte, otra clase de libros: un tanto más sinceros, un poco más cruentos. Y por eso mismo, más potentes y más necesarios. Tocan una fibra muy distinta, movilizan una energía que precipita, condensa y resignifica muchas otras cuestiones.

Una mano oscura se asoma desde el espejo y nos sacude, apretándonos el cuello hasta dejarnos casi sin aire. El espejo, la mano y la sombra son las nuestras, de eso no cabe duda. Es decir, han tomado su forma de nosotros mismos, equivalentes a representaciones que compiten con su objeto/modelo. Ampuero lo sabe muy bien. Con un lenguaje infinitamente preciso logra extirpar esa especie de coágulo interno, aventurándose a infringir una punción que revela y expone lo siniestro, con la intención de escarificar la zona y suturarlo, todo en un mismo acto. Nada más coincidente con aquello que decía Juan José Millás en su novela “El mundo”: Pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas.

Libro imposible de escribir sin una valentía en grandes dosis. Sin deseos de revelación. Sin audacia. Sin ira.

Después de “Pelea de gallos” (2018) y “Sacrificios humanos” (2021) vemos a Ampuero alzar un poco más todavía la voz, apostándolo todo y sin el más leve ánimo de guardarse nada. Abarcando los mismos detonantes de sus ficciones, de su imaginario personal (que es también, podemos intuir, el de toda una generación) pero con un talante distinto esta vez. Como si la inevitabilidad del proceso la obligara a ir dejando en el sendero rastros de sus más profundas entrañas, de sus obsesiones más recónditas y de sus miedos más acuciantes. Que es casi lo mismo que decir: cuerpo, alma y algunas ilusiones rotas.

Y eso los lectores sensibles lo agradecemos, siempre.

Volviendo al inicio: podría pensarse que todo libro esconde una verdad. Este no es el caso, ni de cerca. En Visceral, la ecuatoriana lo expone todo, para confrontarlo, para intentar modificarlo, siquiera un poco.

De seguro Ampuero coincidiría con Rainer María Rilke cuando escribió en sus ya célebres “Cartas a un joven poeta” de 1904: Este es, en realidad, el único valor que se nos pide y exige: tener ánimo ante las cosas más extrañas, más portentosas y más inexplicables, que nos puedan acaecer. El que los hombres hayan sido cobardes en este terreno ha causado infinito daño a la vida.

O mejor aún, con la gran Clarice Lispector, cuando en “Un soplo de vida”, escribe: Para escribir tengo que instalarme en el vacío. Es en este vacío donde existo intuitivamente. Pero es un vacío terriblemente peligroso: de él extraigo sangre.

O quizás todo esto sólo sea una suposición mía. Para juzgarlo correctamente, por supuesto, hay que leer Visceral.



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